Siete de la tarde de un domingo no cualquiera,
desarmada sin remedio entre focos y telones.
Los unos alumbran mi agotamiento,
los otros esconden mi falta de lucidez.
Pero ni atino, ni desatino,
solo remuevo mis pensamientos
entre las luces que mis ojos miran,
las letras que mi mano escribe
y los posos del café.
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