Por Luz Mérida
Aquella noche todo parecía ser diferente, el teatro, la gente, el ambiente... Es posible que no fuera más que la emoción que me invadía después de pasar los dos últimos días. Había estado enredada con un viejo amigo, recuperando lo que hacía tiempo ya que había perdido... Yo estaba diferente...
Otro amigo, no tan viejo, me invitó casi por casualidad a echarle una mano en su bar para la fiesta que estaba preparando a la compañía de teatro que cerraba sus dos semanas de funciones en la ciudad y volvía a Madrid al día siguiente. "Estará bien!", pensé yo, "unas perrillas para pagarme la juerga y además pegármela con todo el reparto!"... Tardé poco en aceptar.
Entonces, con mi "casual look" de pantalones y camiseta con zapatillas negras y el "buen rollito" en todos y cada uno de los rincones de mi cuerpo, me puse a servir copas en el bar de mi amigo. Conocía casi todas las caras que podían verse por allí. La mayoría porque eran amigos o amigos de mis amigos, o clientes habituales de los mismos bares que era cliente habitual yo. El resto eran actores de cine y de televisión que participaban en el Festival con la emoción de hacerlo en uno de los más reconocidos del país, aunque no todos lo llevaban con la misma humildad.
Puede ser que fuera que estaba muy metido en su papel... En el de su obra, Edipo Rey... y en el suyo propio, el rey de Edipo... La cuestión es que llevaba dos semanas cruzándome con su mirada entre la barra y las mesas de los jardines del teatro, y no caía en la tentación de acercarme a pedirle un autógrafo, una foto... un beso... Y él parecía esperar que lo hiciera... Aquella noche, no tardó en aprovechar su oportunidad y venir a la barra a pedirme una copa...
"Qué te pongo?", le pregunté. Él me miraba observándome al detalle, de arriba a abajo, y ajeno a mi pregunta me contestó: "puedo darte un beso?". "No te regalaré la copa por eso", respondí yo orgullosa, aunque ya acercándome a él con la mejilla. Sin casi darme cuenta tenía su boca sobre la comisura de mis labios, acariciándome los pelillos del "bigote"... Seguro que el orgullo me subió los colores...
Y así fue! Me encanta pensar que tuvo que ser él quien hubo de pedir mi beso... aunque fuera inducido por el mensaje en brillantes que se leía sobre el pecho de mi camiseta... "Kiss Me"... jajajaja...
Qué?!, te pongo otra?..
muy buen relato Elena!! jajajaa
ResponderEliminarUna vieja aventurilla de las que sin duda contaré a mis nietos... jejeje
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